
Lo recuerdo como si fuera ayer.
Mi amigo, con marcado acento de su Cuba natal, me hizo esperar cuatro largos días antes de llevarme a conocerlo, dando excusa tras excusa. De pronto, un Sábado, tomamos un autobús azul y blanco, nos sentamos en sus incomodísimos asientos de rojo vinilo y, en algún punto de la Av. Bolívar, nos bajamos, él sonriente, yo ansioso.
No recuerdo bien a la persona a la cual conocí, a pesar de ser un personaje inusual. No me estrechó la mano, en vez de ello, en ademán rígido, inclinó hacia delante un poco su cuerpo, usando como bisagra sus caderas. Acto seguido, sin hablar, nos condujo por un salón vacío hasta el fondo. abrió las puertas de un armario y sacó de él un estuche de madera de poco más de un metro de largo.
A partir de allí, inició un rito sublime, con un cántico gutural, mientras iba destapando el estuche y luego sacando de sus capas de tela un objeto levemente curvo y alargado.
"Lo que se forja en el fuego, es alquimia, ya sea en un horno ó en la estufa de una cocinera", dijo Paracelso, el charlatán; Paracelso, el sabio.
A media luz, pude ver el mango de la katana, adornado con dos cordones con ideogramas grabados y borlas. La extraña figura no tocó la empuñadura, sino que deslizó suavemente la última capa de tela, y un brillo maligno, en oleadas, recorrió la penumbra.
Miguel Angel Buonarroti, ya lo había compuesto:
"Es con fuego que el herrero al metal domina
para darle bella forma, la imagen de su mente"
De pronto, en un gesto que me sobresaltó por lo lento del ritual anterior, el hombre se giró hacia mí y me ofreció el mango límpido y largo de la katana, mientras un caleidoscopio estallaba en las paredes del lugar, por el reflejo en la hoja del arma de la luz del Sol.
Estuve un momento inmóvil, indeciso; pero luego, con ambas manos, tomé la espada. Enseguida sentí su peso y su poder.
El mineral de hierro empezó a ser utilizado bajo su forma de más fácil consecución, el hierro meteorítico. De allí que, etimológicamente, venga del vocativo sumerio que significa "metal del cielo". Hay evidencia del uso del mineral metalífero hace unos 2500 años, proveniente de una herramienta atrapada en una pirámide. Hacia 1500 a.C., los hititas lo usaban como parte de su vida cotidiana. Pero la espada japonesa no se forjó del hierro, transformándolo en acero, hasta el 800d.C.
Cuando, a prudente distancia de los demás, tracé un rápido arco en el aire con la espada, escuché un leve silbido, un sonido que más nunca he vuelto a percibir. El hombre dijo unas palabras en un idioma que no entendí.
El fabricante de espadas, llamado Getsu, más famoso, es, sin lugar a dudas, Masamune, quien en el siglo XIII perfeccionó su arte para rechazar las avanzadas mogoles contra el Japón. Desde entonces, el ritual de fabricación de la katana ha pasado de maestro a alumno por muchos cientos de años, y quien las forja recibe el título, otorgado por el Emperador, de "Monumento Cultural Viviente". El proceso de elaboración es un ritual largo, místico, donde se hace una aleación de hierro con menos del 1% de carbón. El Getsu debe doblar cuidadosamente el lingote de metal - mientras lo callienta a unos 1500ºC- unas 15 veces, lo cual da unos treinta mil estratos (!!!); cada estrato intenta combinar magistralmente dos cualidades opuestas: la flexibilidad del caucho, con la dureza del vidrio. Así, la espada es muy dura en su punta y, al enfriarse con arcilla, presenta cristales de acero pequeños y dentados en su borde cortante, con grandes y flexibles cristales en el centro.
"El fuego de Aura Mazda es la luz que no se extingue.
Satain luchará siempre, pero la luz perdura mientras un justo
llegue al bien, más allá del dolor y del miedo"
Esto lo decían los adoradores del antiguo dios de la luz.
"La brisa de la muerte", me tradujo el hombrecillo, mirándome sin sonreír.
Miré a mi amigo y, a pesar de la inmadurez de mis años, repliqué:
"Solo la quería conocer. Yo no mataría a nadie con una espada, ni con ninguna otra cosa"
"Eres joven aún", me espetó. Y fue la primera vez que oí hablar del Tao. "El Hombre es capaz de todo, si tiene tiempo suficiente, necesidad u ocasión"
Sin dudar, pero con respeto, invertí el agarre de la katana y la devolví a su dueño, ofreciéndole la empuñadura. Casi al pasar, noté marcas en la parte gruesa de la hoja antes de quedar deslumbrado por su brillo. El hombrecillo pareció limpiarla varias veces, una de ellas con un líquido oleoso, antes de guardarla. Al poco rato, mi amigo y yo emprendimos el regreso.
La katana no rechazó a los mogoles; lo hicieron los samurais. La katana no asesinó a nadie nunca. Mutilaciones y decapitaciones las han hecho quienes las empuñan. En algún momento de la historia, los samurais degeneraron en mercenarios de baja ralea.
Tal es la condición humana. Matamos, odiamos, tememos.
Pero algunos luchan contra eso amando, perdonando, trabajando por los demás, con altruismo y sin descanso. Vaya hasta ellos mi admiración y palabra de aliento. Hoy los siento como el brillo mágico de la katana, como el fuego que le da vida a la belleza. Allá quienes empuñen a la hermana del fénix en contra de sus semejantes...