martes, enero 31, 2006

De Hábitos, Manías y Mañas

Anda circulando por allí una especie de cadena, a la cual me han invitado a participar cinco aquilatados blogueros.
Aún siendo enemigo de estas "confesiones de Cosmopolitan", no puedo negarme.

5 manías o malos hábitos:

1º- Adicción al chocolate. Nutella, Susy, Kit-Kat, Chocolate de Leche Savoy y cuanta familia del cacao se atraviese. Es mi droga, la única.

2º- Mirar de soslayo. Cuando me concentro, o me voy a otros mundos, suelo mover la mirada sin girar la cabeza. Como tengo ojos pequeños, parece que estuviese molesto o burlándome de alguna forma de mi interlocutor (?). Por ello estoy acostumbrado a que me digan misterioso o interrumpan la conversación para preguntarme si pasa algo. ¡Por favor, que es mi mirada y más nada!

3º- Como pollo, arepas, de todo, con cubiertos, aún cuando disfruto una barbaridad cuando tengo que comer con las manos (En Medieval Times, dinner-show donde hay que comer con las manos, pues se supone que estás en la Edad Media, todos me miraron cuando sirvieron mi comida; pero yo disfruté un mundo comiendo a lo Picapiedra). Si tengo cubiertos, los uso; no toco la comida con las manos.

4º- Los olores: huelo la comida, el cabello de las damas (me encanta), la ropa recién planchada, un carro nuevo... Sufro, pues soy rinítico y estornudo con los perfumes, pero los disfruto, y luego Allergodyl conmigo.

5º- Me dicen que cuido mis libros más que a mi familia. Es exageración, por supuesto, y ya me he desapegado de esa obsesión un poco. Pero me encariño con los libros, y me refiero al papel y al empastado también; de allí que me gusten poco los libros de bolsillo y busque las ediciones con tapa dura. Mis padres me contaban que, de niño, sin saber leer, paseaba mi mirada por las líneas sin dibujos y que nunca manché o rayé un libro. Será por eso que no me gustan los libros de caligrafía.

6º- Mover la pierna. Tengo el tic de mover la pierna como un pistón y sin cansarme. Puedo pasar horas drenando de esa forma. Y no logro quitarme esa maña. Creo que tendré que aceptarla como otro duende personal más.

7º- Picardía. Sobre esto mejor ni hablar.

¿Eran cinco? Perdón.

domingo, enero 29, 2006

CUENTOS DE QUIRÓFANO (II)

El novel cirujano caminó lentamente por el sendero que llevaba a la casa donde le esperaban. Estaba toda a oscuras, excepto la sala. A través de la ventana que daba a la calle podía ver una gran mesa con lámparas de luz mortecina sobre ella. Ocho de los puestos estaban ocupados por hombres mayores cuyos rostros espectrales estaban ocultos por un vaho de oscuridad.
Apenas tocó el timbre, uno de ellos le abrió la puerta y le invitó a sentarse. Fue presentado a todos con precisión quirúrgica:
-Nuestro joven amigo viene hoy a la sesión del Club de la Muerte a presentar su caso.
-¿No es un poco... joven?-preguntó uno de los cirujanos, el mayor de todos.
-¿Conoce el club?-preguntó otro.
El cirujano dueño de la casa, quien había presentado al joven, hizo un gesto apaciguador con las manos.
-El colega vino hoy a mí, a relatarme un caso... interesante. Me preguntó si en verdad el Club existía, o si era otra leyenda de las que circulan por allí. Me parece que vale la pena oirle. Y nada más.
Todos asintieron.
El cirujano situado a la cabecera de la mesa miró al joven cirujano, pero dijo:
-El primer caso es del Jefe de Quirófano de nuestra afamada clínica.
El hombre no se hizo de rogar.
-El paciente masculino de 56 años ingresó hace un año presentando fiebre, palidez acentuada y edema en su rodilla izquierda. Cuando lo examino, encuentro una rodilla con más de 200 ml. de líquido dentro, dolorosa, y signos de sepsis. El laboratorio reveló una hemoglobina muy baja, de 6,7 gramos/dl., y glóbulos blancoa elevados.
-Punzaste la rodilla- intervino uno.
-Sí, y aunque el líquido no era purulento, contenía innumerables glóbulos blancos. Lo llevé a quirófano bajo diagnóstico de Artritis Séptica Severa, drené la rodilla, evacuando todo el líquido, le hice la cura y lo pasé a recuperación. A las ocho horas estaba muerto.
¡Fácil!-saltó uno de los cirujanos, haciendo que el más joven pegase un brinco en su asiento.
- Para operarlo, lo transfundiste, porque tenía baja la Hemoglobina.
- Sí.
Otro terció:
- Y le administraste medicación antitrombótica y albúmina, porque tenía bajas las proteínas.
- Sí.
El del "¡fácil!" suspiró y concluyó:
- El paciente tenía una Insuficiencia Hepática que no diagnosticaste. Lo de la rodilla era metabólico, no infeccioso, y tu paciente murió por Insuficiencia Cardíaca producto de tus transfusiones, siendo injustamente llevado a quirófano.
- ¡Exacto!- exclamó el que había expuesto el caso.
- Un asesinato banal- repuso el cirujano a la cabecera de la mesa-. Le toca el turno al Jefe de Emergencias del Hospital.
El cirujano en cuestión, según pudo ver el joven cirujano, era su jefe inmediato.
Empezó el relato.
- Llegó a la Emergencia un paciente masculino, de 26 años de edad, con intenso dolor en ambos muslos luego de subir y bajar las escaleras de su edificio, por hacer ejercicio, pues usualmente caminaba, pero ese día llovía y él estaba algo engripado. El examen físico solo reveló dolor en los muslos. Lo mandé a acostar en una camilla, le pasamos analgésicos intravenosos y, al rato fue dado de alta. A las seis horas regresó con lo que diagnostiqué como un ataque de pánico, diciendo no aguantaba el dolor, que era un "infarto en los muslos" y otras tonterías por el estilo. Sin hacerle mucho caso, ordené lo sedaran con una benzodiacepina y lo dieran de alta al rato, lo cual hicieron. Pero seis horas más tarde, estando yo en casa...
El cirujano sentado al lado del más joven, lo atajó:
- Te llaman porque el paciente está en Insuficiencia Renal Aguda, orinando oscuro, y murió al poco tiempo.
El cirujano expositor del caso asintió. Otros hablaron concertadamente.
- Rabdomiolisis.
- Hizo un ejercicio excesivo para él, se licuefactaron sus fibras musculares, pasaron a la circulación, sobresaturaron los riñones, los cuales fallaron, y murió.
- Con pasar soluciones a chorro vía intavenosa y un poco de diuréticos, ese paciente estaría haciendo ejercicios hoy día. Pasemos al último caso.
Todas las miradas se posaron sobre el joven cirujano.
La voz le tembló al principio.
- Paciente femenino de 47 años de edad, fumadora de larga data de 20 cigarrillos al día, quien inicia con fiebre ocasional, malestar general y pérdida de peso. Los estudios revelaron opacidad pulmonar y pruebas positivas para la tuberculosis. Fue tratada hace cinco años para esta enfermadad y dada de alta con control. Regresa con igual sintomatología a la inicial hace doce días; pero consigo pus en el vértice pulmonar. La operé y drené el absceso, pero la paciente empeoró de la fiebre, el malestar, dejó de comer y finalmente, falleció.
Hubo un momento de silencio, y luego la voz sonora del cirujano que presidía la mesa.
- Es frecuente que, a veces, los cirujanos queramos meter en la caja de la Cirugía, solo lo quirúrgico. Estimado joven doctor, esa paciente tenía un cáncer oculto, y la tuberculosis lo enmascaró; peor aún, el absceso ocultó el tumor, ya que un absceso usualmente es espectacular, y el cáncer, silencioso hasta que es demasiado tarde...
El hombre se calló bruscamente, pues el joven cirujano se había levantado abruptamente de su silla y echado a andar con resolución hacia la puerta.
- ¿Adónde va, colega? - le preguntaron.
El joven se volvió a mirarlos y se disculpó:
- Perdonen esta salida grosera, y perdonen que les haya mentido.
- ¿Mentido?
- ¿Va a ir con la policía?
El joven sonrió.
- No, no. Nada de eso. La mentira es sobre la paciente. No murió. Está viva y en el Hospital, muy grave. Vine a ustedes en busca de un diagnóstico, y ya lo tengo. Voy a ver si aún puedo salvarla...
Todos los cirujanos se pusieron de pie.
-Pícaro amigo, le acompañaremos.

Jamás otro paciente tuvo tantos colosos del bisturí reunidos.
Anestesiada, la paciente fue intervenida por los tres cirujanos más hábiles y por su joven tratante, mientras un quinteto de dioses de la cirugía, observaban, complacidos.
Esa noche, ocho "asesinos" volvieron para salvar una vida.


(Basado en una historia corta de Ben Hech.)

viernes, enero 20, 2006

Cuentos de Quirófano


El joven Cirujano lo había preparado todo. Solo faltaba que llegara su jefe para iniciar la intervención quirúrgica. Mientras lavaba sus brazos desde la punta de sus dedos hasta los codos con un cepillo cruel bañado en clorhexidina, podía dejar su mente volar hasta sus primeros años, cuando ingresó al post-grado en el hospital lleno de ilusiones y vacío de conocimientos... Desde entonces, la proporción de ambas cosas se había ido invirtiendo, en gran parte gracias al cirujano jefe, quien bajo su pesado zapato le hacía ver cada día quién mandaba donde la esperanza viste de verde o azul. Algún día las cosas cambiarían, era la esperanza. La limpieza terminó, y se dirigió con las manos en alto -Los codos por encima de la cintura, el nivel de contaminación- a ser vestido de quirófano por la instrumentista.

El jefe llegó como un tren en marcha apenas la paciente estuvo lista para ser intervenida. Se lavó con eficiencia y autoridad y se vistió haciendo bromas sexuales con las enfermaras, ignorando ex-profeso a su ayudante. ¿Quién es esta paciente?, preguntó, y el joven cirujano se extendió en palabras que el jefe cortó con un gruñido. La cirugía que iba a realizar había sido hecha muchas veces por el equipo, y el joven cirujano anhelaba algún día le diesen el bisturí y el puesto de honor, frente a la instrumentista; pero mientras estuviese bajo la tutela de El, eso nunca iba a ocurrir, sabía. Y por eso, cuando el bisturí llegó a las mismas manos de siempre, lo odió en silencio. Lo odió con todas las fuerzas de su oscuro corazón resentido.
El cirujano jefe, con decisión, sin pestañar, trazó una línea perfecta con la hoja del bisturí el centro del campo quirúrgico. Antes que la sangre pudiera manar de la herida, el cirujano gritó de dolor y se encogió sobre sí mismo, bajo la mirada atónita de todos, menos de su joven ayudante, quien seguía con el odio colmando sus pensamientos.
El hombre se recuperó enseguida y, eludiendo las preguntas del personal, pidió el electrobisturí para abrir el sub-cutáneo, esa capa de grasa cuyo olor cuando se quema cualquier cirujano puede evocar. Apenas empezó el corte, otro grito de dolor y soltó el elctrobisturí. Y así continuó. Cada vez que tocaba a la paciente, el cirujano jefe sentía en carne propia, sin la misericorde anestesia, lo que le hacía a la paciente.
Al final abandonó el quirófano con el anestesiólogo y una cohorte de enfermeras tras de él. El joven cirujano pudo oir al anestesiólogo cuando pedía los materiales necesarios para dar una nueva, inverosímil anestesia.

La instrumentista miraba con los ojos desencajados al joven cirujano. Este rebosaba de satisfacción, pensando que su odio era poderoso, y actuaba en un plano desconocido hasta entonces por él, por todos. El secreto era parte de ese nuevo poder que comenzaba a sentir. Lentamente su cuerpo se fue enderezando mientras cambiaba de lugar y se colocó frente a la instrumentista. La veía con nuevos ojos, con los ojos de un dios. ¡Bisturí!, exigió, casi gritando, y la mujer dudó un instante, pues tocaba continuar la cirugía con el electrobisturí; pero la orden era clara, urgente, y la habían adiestrado para obedecer, a veces en contra de toda lógica. Enseguida entregó el acero reluciente en la derecha enguantada del joven. Al fin, sintió su poder. Aunque su seguridad flaqueaba. extendió la mano hacia la grasa subcutánea...
A un lado, oyó el joven cirujano le dijeron con autoridad, y su mano pegó un brinco indigno, alejándose de la paciente. Volteó para ver al Jefe del Servicio, un hombre cuya presencia era imponente, quien llegaba para ser vestido por la instrumentista. El joven odió como nunca a la persona desconocida que le había llamado y le escamoteaba la hora de su gloria. La mirada de los dos médicos se cruzó por un instante, la del joven cargada de un odio insondable, la del Jefe, inescrutable. Olvídalo, le dijo el Jefe, y el odio se derritió en terror reverencial.
La operación continuó. A lo lejos se oia algún ocasional improperio del anestesiólogo, quien volvía sudado como si se hubiese bañado con la ropa puesta, y ocupaba su sitial en el quirófano.
De esta forma, el joven cirujano supo que su carrera había llegado a su fin. Nunca más intentaría asaltar el cántaro que la vida ofrece gratis, pero a gotas.

martes, enero 17, 2006

FABU-LOSA

El caballero Eliseo cabalgaba al encuentro de su destino, en el ya visible pueblo de Almada. El Rey de la nación había decretado hacía casi un año que, el caballero que lograra vencer las defensas del castillo y plantar un pie en su interior, desposaría a su hija, la princesa Melinda.

A su paso, Eliseo pudo ver los restos de pretendientes anteriores; unos, calcinados, otros desollados, algunos desmembrados salvajemente por las huestes del Rey y quién sabe por cual otra cosa.

El castillo dominaba la entrada del reino. Era una mole de piedra con una torre muy alta, donde se adivinaba permanecía recluida Melinda a la espera de su futuro esposo.

Ya cerca del castillo, el caballero pudo ver a los arqueros con las flechas a punto en la tensión del arco, las catapultas cargadas con rocas esperando la orden para echar a volar su carga, las ollas gigantes de aceite hirviendo sobre la pesada puerta de acceso al castillo, hecha de barras de hierro macizo, y a cientos de guerreros con el alma en vilo y las armas en alto, cuales estandartes de la violencia que estaba a punto de iniciar.

Eliseo detuvo su montura y alzó su mano derecha, pidiendo la palabra.

Un silencio absoluto dominó al castillo y a los pueblerinos que se habían acercado a prudente distancia para observar otra masacre.

- Antes de acometer tan desigual batalla -dijo- quisiera saber si enfrento la muerte más horrenda en plácemes de algún bien mayor. A mis oidos han llegado mil historias sobre la infinita belleza que adorna a la princesa de este reino, y yo las creo.

Silencio.
Eliseo continuó:

- Sé que el Cielo dispone que la belleza del alma se vea reflejada en portentos terrenales, por ello tan solo quisiera saber si alguno que haya visto la faz de la princesa Melinda puede comunicarme acerca de su apariencia.

Un murmullo temeroso se apoderó de los aldeanos. Incluso, algunos de ellos creyeron ver al Rey, vestido de armas, asomarse majestuoso a escuchar al atrevido caballero.

- Este inusual pedimento lo tomo liberalmente, ya que corre el rumor sobre el aspecto de la princesa; dicho rumor asevera que, bien vista, podría pasar por una rústica o una cortesana. Para mí, tal afirmación, de ser cierta, bastaría para dar la grupa con mi cabalgadura y no arriesgar una cebolla en una damisela cuya belleza interna quedase negada por un físico en el cual Dios no se tomó la molestia en modelar, por ser de baja clase la materia prima, que no es otra que el alma misma. Pero si todo se tratase de una calumnia, como mi corazón me dicta, mas no el entendimiento (esa vasija vacía donde resuena el eco de la discreción), juro que luego de mermar las filas del Rey, mi futuro padre, desataré furia inclemente sobre los que así injuriaron lo más sagrado, como lo es la reputación de mi prometida. Digo.

Los momentos de tensión más grandes lo vivió el reino a continuación. En efecto, la silueta del Rey en persona era recortada por un Sol abrasador que, desde lo alto, asistía mudo al desarrollo de la historia. Solo se oia un murmullo de pasos. Los arqueros y demás guerreros miraban con un mal disimulado gesto agónico a su señor, rogando por una orden. Pero no hubo ninguna.

Lenta, pesadamente, la puerta del castillo ascendió con un prolongado quejido metálico, dejando ver una figura femenina, ricamente ataviada, mas completamente cubierta por veladuras estratégicamente colocadas. Aquel extraño personaje, el cual era -cómo no- la princesa en persona, se acercó lo suficiente a Eliseo para susurrarle:

-¿Usted dice que soy...?

-Yo digo que mi sueño te idealiza, ¡oh, princesa! Y que la fiebre me trastorna los sentidos. Esa fiebre de descubrir si es tu rostro la pintada de mi corazón o la justa remisión de las lenguas desatadas. Pero tu belleza sería suficiente para que no pudiera la muerte arrancarme el deseo de mi corazón, que no es otro que contemplar tu...

- Calla, elocuente caballero -lo atajó Melinda -, y pasa al castillo, donde develar mi rostro te dará el consuelo del alma que tu puño requiere.



Sí, así quedó registrado en la historia de los mil caballeros, como Eliseo, sin pegar un tajo, logró conquistar el reino de Almada, a través del arma más destructiva conocida en millones de años: la vanidad, empuñada por los halagos.

viernes, enero 13, 2006

Paracelsus excelsus



En Einsiedeln, cerca de Zurich, nace en 1493, Philippus Aureolus Paracelsius Teophrastus Bombastus Von Hohenheim. Acertadamente decidió autorebautizarse como Paracelso, haciendo público su desprecio por Celso y otros autores médicos especulativos, fallecidos centurias atrás, pero quienes gozaban de reputación mítica durante la edad Media, y sus textos eran considerados cercanos a la iluminación suprahumana.

Paracelso fue hijo de un médico y alquimista famoso. Durante su formación demostró ser un rebelde iconoclasta. De su mente salieron teorías absurdas, contradictorias algunas, al mismo tiempo que es reconocido como el primer médico que reconoció una enfermedad laboral, enseñaba lo fundamental de emplear el criterio diagnóstico y que el tratamiento debía aplicarlo el galeno en persona, y no los ayudantes (Hasta la Reforma, los médicos eran figuras graves, teóricos con rango de filósofos, que ordenaban mas no ejecutaban tratamiento alguno). "Todo cirujano debe ser Médico también", fue la máxima de Paracelso para este caso. "Si el médico no es también cirujano, no será más que un ídolo, es decir, un monigote".

Aparte de estos aforismos poco agradables de oir por sus colegas, quienes disfrutaban de un rango casi divino en la época, Paracelso se embriagaba con sus discípulos en público, perseguía mujeres sin distingos de condición y tenía un carácter teatral e inestable. Pero tenía también un genio profundo.

Su desastrosa carrera internacional tuvo sus diez minutos de gloria cuando fue a Basilea y salvó la pierna de Frobenius, a punto de ser amputada por los académicos de la época. Erasmo escribió entonces: "Salvó a Frobenius, que es la mitad de mi vida, del mundo de las sombras".

En 1527, frente a la catedral de Basilea, con un nutrido público a su alrededor, Paracelso arroja a la hoguera el texto médico de Avicena, discípulo médico de Aristóteles. A pesar que él mismo defendía teorías contrarias a la ciencia médica y dotadas de puras cualidades especulativas, el fuego de esa hoguera es luz para la Medicina de los siglos siguientes.

Paracelso muere en Salzburgo en 1541.

El impulso dado por este espécimen contradictorio y ampuloso a la Medicina, encontraría eco hasta el presente.

(Nótese en el retrato que encabeza este artículo, el parecido de Paracelso a la representación que el arte hace de Dionisios. ¿Casualidad?)

martes, enero 10, 2006

Nocturno

Es de noche.
Salgo de mi casa y empiezo una corta caminata por la urbanización donde vivo pero, como siempre, mi mente inquieta sigue otro derrotero, y me transporta al pasado, a los días idos, con el encantamiento de la imaginación, la cual puede cambiarlo todo, incluso lo ya ocurrido.
Estoy caminando por el centro de Valencia, cerca del Teatro Municipal. Tengo veinticinco años, y mi caminar rápido me distrae del camino. Voy pensando que soy una persona afortunada, con un gran capital de momentos memorables, felices... Y sin embargo, un peso invisible dobla las espaldas de esa alegría incompleta.
¿Qué me pasa? ¿Qué falta?
Imagino mi vida como un rompecabezas gigante, el cual se ha ido armando desde antes de mi nacimiento. Un rompecabezas al cual le faltaban piezas desde que se abrió la caja. Después de abierta, algunas piezas se han perdido, otras han llegado.
Paso al lado de unos mendigos guarecidos del frío, apretujados, y los sorteo bajando y volviendo a subir la acera. A mi derecha, lejana, la torre del reloj de la Catedral da una hora, y yo no cuento las campanadas.
Hay una pieza clave de ese rompecabezas que no consigo, que falta por encajar. Toda la vida ha estado ausente, esquiva. Desconozco su forma, colores y ubicación; simplemente no está. Y la necesito.
Llego hasta la Plaza Bolívar y regreso sobre mis pasos. Alguno que otro transeúnte se cruza conmigo, da las buenas noches mirándome apenas, y desaparece en el cono de oscuridad que todo lo engulle.
No se trata de descubrir el significado último de la existencia, ni de ir más allá del umbral de los hechos. Es esa maldita pieza como un escarapelado en la pared que no puedes y no quieres soportar ya ni un segundo más. Es esa costra en tu piel que decides arrancarla un buen día, con desesperación y hasta con rabia, usando las uñas como remisión de tu locura. Y no puedes, porque el escarapelado, la costra en mi alma, no los puedo ubicar.
Lentamente voy volviendo a mi realidad, a mi presente. ya no estoy en el centro de la ciudad, sino en mi urbanización, casi veinte años después.
Lentamente, para no despertar a nadie, abro la puerta de la casa, entro, y cierro suavemente, con una pregunta que amenaza con no tener respuesta.
Es entonces cuando recuerdo a un sacerdote salesiano, quien en una ocasión me puso como tarea un criptograma que parecía imposible de descifrar. Cuando estaba por darme por vencido, el cura, de pie tras de mi pupitre, susurró: A veces lo que buscas está en lo evidente. Este recuerdo, alzado como una copa de néctar, trae a mí un aire de esperanza. Al menos, el criptograma sí pude descifrarlo.

domingo, enero 08, 2006

CUATRO OJOS CERRADOS

La mujer estaba cenando con una amiga en el restaurant de moda en la ciudad.
Al rato de estar esperando les tomaran la orden, no pudo evitar sentir era observada. Disimuladamente -o, al menos eso creyó - miró alrededor, y se quedó helada.
-Mira hacia tu derecha - le susurró a su amiga-. Un hombre buenmozo, de cabello engominado y lentes de Sol, me está mirando descarada y fijamente.
La amiga se removió ansiosa en su silla, sin atreverse a voltear.
-Creo que me está sonriendo-continuó-. Hasta me parece un poco sádico... Ahora se pasa la lengua por los labios. ¡Uy, su mirada lo dice todo!
Durante un par de minutos, la mujer continuó describiendo los sutiles gestos con los cuales el hombre se insinuaba.
Al cabo de cierto tiempo, la amiga se atrevió a voltear el torso primero y luego la cabeza, hasta dar con el sujeto en cuestión quien, justo en ese momento, hizo a su perro lazarillo levantarse y echar a andar, el hombre golpeando las patas de las sillas con su bastón de invidente, mientras era conducido fuera del local.

viernes, enero 06, 2006

iPOD O MUERTE



Llegó la verdadera revolución.
Si no tienes uno, no estás en nada.
Ya no le preguntan a los niños en los colegios chic cuál auto tiene el papá, o dónde pasan las vacaciones. No. Ahora la cosa es más simple: te juzgan según el tipo de iPod que tengas.

Salido a la luz en el 2001, creado por un muchacho quien le vendió el concepto a la Apple de Steve Jobbs, el iPod ha evolucionado de reproductor de MP3 a fenómeno de medios sin igual. Hollywood produce videos para promocionar sus películas pensados en este formato. Muchos artistas graban videos para iPod, y U2 hasta sacó el suyo propio con la firma LASER de sus integrantes.





Nadie quiere quedar por fuera en esta fiesta de mercadeo.

Para muestra, hay modelos que ofrecen 15 mil canciones, 25 mil fotos y 150 horas de video.
La oferta de accesorios incluye a la Sony y hasta cámaras inalámbricas miniatura, en un negocio que se cuenta en millardos de dólares.
Miles de páginas web se dedican al tema, e incluso hay clubes de fans y de detractores.

¿Ya tienes el tuyo?

miércoles, enero 04, 2006

DESVANESCENCIA



El ser hermosa no siempre trae ventajas. La chica lo sabía muy bien, pues soportaba con estoicismo que la mayoría de los hombres le hablasen mirándola a los pechos, que sus miradas de lobo hambriento adivinasen su piel desnuda bajo la ropa y que, apenas presentados, empezasen un cortejo sexual abierto y torpe.
No es que fuese mojigata, o temerosa del sexo, pero le habría gustado ser valorada por alguna otra cosa. Como le pasa a los multimillonarios, la duda sobre si la amarían de no tener ciertas características, la abrumaba.
Un día, mientras caminaba hacia la Universidad, empezó a ocurrir algo inesperado: su sombra, antes neta y oscura, se desdibujaba gradualmente. Se detuvo en seco y observó el piso, en la porción donde se desvanecía su silueta. Tras breves minutos, la chica se encontró sin sombra alguna.
Intentando recomponerse, continuó su camino, clavando la mirada en el suelo frente a ella.
Más y mayores sorpresas la esperaban.
Cuando llegó al aula de clases y alargó la mano para halar el pestillo, se percató que la piel se transparentaba, y sus dedos parecían estar hechos de gel transparente, dócil a su voluntad.
Aterrorizada, corrió a esconderse en el baño de damas, cerrando la puerta con seguro tras de sí.
Los escasos testigos, en ulteriores declaraciones a las autoridades, jurarían que esa fue la última vez que la vieron. Su familia, pasado un año, empezó a rehacer su vida, dejando los recuerdos de la chica en la buhardilla condenada de sus mentes.
Pero para ella comenzó una vida nueva. Ella podía verlos a todos, incluso a las otras chicas que, como ella, vivían invisibles en un mundo entre lo físico y lo espiritual; todas hermosas, por siempre jóvenes, pero atascadas en una dimensión jamás soñada.
Con el tiempo, aprendió a pasearse por los hospitales y llamar la atención de algún anestesiólogo sobre algún problema con un paciente, haciendo un ruido, lanzando al suelo algo, o soplando en su rostro. También se paseaba por las cárceles, y sacudía al preso dormido al cual le habían tendido una emboscada, o trancaba una puerta dejada inadveridamente entrecerrada. Pero lo más satisfactorio era ir a las casas de la gente común, y despertar a la madre moviéndole la cama cuando al niño le subía la fiebre, o tirando un vaso al suelo cuando al anciano se le pasaba la hora de su comida, y cosas así.
Ahora su vida tenía un sentido nuevo, no regido por las apariencias.
Quizás sea por ello que no me enojo cuando se borran páginas enteras de mis escritos en la computadora, o cuando en plena cirugía una pinza resbala de un sitio imposible y va a dar contra el suelo. Pienso que estoy recibiendo la visita de una chica hermosa, ideal. Y sonrío halagado.

martes, enero 03, 2006

Mono Furioso; aka King Jackson











I. SINOPSIS.

Un cineasta fracasado consigue, durante la Gran Depresión, el mapa de una isla poco conocida cerca de Sumatra, la cual esconde maravillas inimaginables. Con métodos dudosos hace le acompañen la eterna rubia fatal- artista de variedades-, el escritor de su película, el personal técnico mínimo necesario y (por supuesto) unos marineros duros por fuera y hermosas Madres Teresa por dentro, junto con el león del mago de Oz (Perdón, quise decir, el protagonista masculino de la película por filmar).
Llegan a la isla, donde la rubia se convierte en sacrificio para Kong, un gorila gigante de malas pulgas pero buen gusto, quien queda prendado de la chica (Yo veo racismo, pues no le gustaban las negritas, al parecer, pues se las comía). El gorila, luego de abatir a Steven Spielberg y todos sus monstruos de Parque Jurásico, es llevado a New York, donde la tragedia en el Empire State es por todos conocida.

II. A FAVOR:

1º- A pesar de sus tres horas de duración, mantiene una narración interesante, saliendo a flote durante ese lapso.

2º- Efectos especiales excelentes. Para adolescentes entusiastas o estudiantes de CGI.

3º- El comediante Jack Black sobrevivió esta aventura con una actuación mesurada, inteligente. La Academia lo debe tener en cuenta.

III. EN CONTRA:

1º- Ese Kong extremo, entre el simio irracional e irascible y el mocoso llorón enamorado. Lo de las palmadas y risas durante la actuación de su amada Ann Darrow merece entrar por la puerta grande del ridículo. Una simbiosis entre Keerchak de Disney y American Psycho.

2º- Jackson, esos amaneceres y anocheceres "relámpago": te pasaste. Hubo varios. Voy a criticar el del final. A Kong lo presentan en un teatro, de noche, encadenado y triste sin su amada. Pongamos que eso ocurrió a las 10 pm, como mucho. Pues bien, Kong huye en busca de su chica, la consigue y se sube al Empire State y amanece. En tiempo real no puede haber pasado más de un par de horas. La versión chimba de los Laurentis, con una sensual Ann Darrow interpretada por Jessica Lange (La mejor y más sensual de todas, y me perdonan las hermosas Fay Wray de 1933 y la reciente Naomi Watts), respetó mejor la temporalidad. Señor Jackson: los efectos no lo son todo. Si quisiera solo efectos, veo Matrix.

3º- S.S. Venture, el barco de la película... Ya quisiera el Titanic haber estado hecho de ese material. Débe ser Super Ship Venture, las siglas "S.S." Porque el barco, dando vueltas como trompo, chocó contra escollos varias veces sin sufrir un arañazo.

4º- Otro hecho de buena madera es Kong mismo, a quien varias veces le clavan los colmillos los tiranosaurios rex, sin siquiera dañarle el peinado. Ofendes mi inteligencia, Peter.

5º- Ya sé por qué Kong andaba histérico: mayor metraje le conceden a los dinosaurios y dino-insectos que a él. Yo, quien ya había visto las tres Jurassic Park, tuve que soportar una cuarta. No entiendo.

6º- Pasaron una hora en la Gran Depresión para luego no significar nada en la historia. Caprichos de director, imagino.

7º- El co-protagonista de la supuesta cinta que se iba a filmar en la isla, termina siendo un híbrido entre George de la Selva -colgando tragi-cómicamente de una liana- y el león del Mago de Oz, cobrando valor de forma súbita. Alguien que mate a Jackson, por favor.

8º- Finalmente, el sentido trágico de un amor imposible, fatal desde el comienzo, resumido en la empalagosa frase: "No lo mataron los aviones; la bella mató a la bestia", se desdibuja por completo al presentarlo como un amor correspondido (No es casualidad que, para sentirse protegida, primero, y luego para proteger a Kong, la señorita darrow se conbije entre sus piernas, y no se abrace a una de ellas, como usualmente se haría), hasta como un triángulo entre el gorila, el escritor y la rubia. Toda la belleza implícita en la cinta se evapora... ¿O es que corren nuevos tiempos, y está de moda el triángulo zoofílico?

IV. VEREDICTO:

Véanla en video.
NO la comparen con la cinta monumental de 1933.

Nota: la canción refleja mis sentimientos hacia esta película.
Narnia rules!