
Londres. Año 1660. Nace Daniel Defoe. Su educación inicial fue guiada por su familia a fines de investirse como ministro de la Iglesia Presbiteriana, carrera que pronto abandona para dedicarse a su mayor pasión: el comercio. Pronto Defoe se instala como exportador e inportador e inicia su larga y azaroza vida política con su primer escrito, a los 22 años.
Desde el punto de vista comercial, Defoe fue un astuto comerciante, aunque sufrió la ruina un par de veces, la primera de ellas debido al cerco marítimo impuesto por Francia a los barcos ingleses. Años después, moriría mientras permanecía escondido de sus acreedores. El comercio lo llevó a realizar numerosos viajes, lo cual holló el camino para su escrito inmortal.
Como político, Defoe fue lo que hoy llamaríamos un hábil camaleón. De esta forma, y a pesar de la vehemencia con la cual defendía sus posiciones, tanto en público como en sus escritos, pudo cambiar de color de acuerdo a las circunstancias, e incluso fue sacado de la cárcel en una de las varias ocasiones que fue su húesped, ¡para convertirse en espía del bando que lo encarceló!
Como literato, sus habilidades iniciales se forjaron en el duro crisol de la política, y no publicó un escrito en otro sentido hasta los cincuenta y cinco años de edad, cuando escribe la primera letra de la Primera Novela Inglesa: Vida y Extraordinarias y Portentosas Aventuras de Robinson Crusoe, de York, Navegante, un escrito concreto, llano, no dividido en capítulos, como suelen presentarnos ahora; esta novela recoge importantes y cruciales aspectos de la época que se solapan al devenir de la Humanidad. Pero, ¿por qué tardó tanto?
En primer lugar, para la época, la literatura de aventuras era considerada como un pasatiempo poco "serio", destinado a las clases dominadas. Salvo el picaresco relato precursor The Pilgrim's Progress, de John Bunyan, pocas obras merecían el respeto de los eruditos, lo cual contribuía al retraso en la eclosión de la novela como género. Robinson Crusoe, con su poderosa alegoría religiosa, con su apego al inglés como práctico creador y, sí, con su contenido político con las velas convenientemente izadas de acuerdo al viento imperante, caló hondo en el corazón de los nuevos tiempos.
En palabras del propio autor:
"La historia está contada con modestia y seriedad, y los hechos sirven de ejemplo religioso, que es como son usados por los hombre cuerdos."
"Esta es una historia completamente real, sin sombra de invención (...). Habrá quien piense en lo aleccionador del relato, en lo ameno, en lo instructivo, pero todo conduce a lo mismo, y así es como, sin más cortesías para con el mundo, el autor cree, al publicar esta obra, prestar un gran servicio a quien la lea."
Defoe, quien se sentía ya demasiado incómodo irrumpiendo en un género especulativo en un momento histórico en el cual este no era bien visto, debió sentirse realmente al borde al narrar aventuras falsas. Quizás esto contribuyó a la realización de una obra verosímil, factible, cotidiana.
Más que la soledad del ser humano, la novela evoca la relación personal de este ser humano con su Dios, idea central de la nueva religiosidad, donde el Rey proclama su preponderancia frente a la Iglesia, pero sus sumisión ante los designios de Dios, interpretados y llevados a cabo en la Tierra (por supuesto) por Su Majestad misma.
Es nuestro Robinssn Crusoe un obstinado comerciante que, de espaldas a los consejos de sus padres (autoridad), emprende diversas aventuras marítimas que lo llevan finalmente a naufragar frente a las costas de Venezuela, en una isla habitada solamente por él, y visitada con cierta frecuencia por aborígenes caribes, quienes practicaban el canibalismo en sus playas. Pronto, y como buen inglés, Crusoe se hace de un esclavo, bautizado Viernes, quien aporta la nota "informal" al relato, con sus acciones acertadas pero "irracionales", de acuerdo al pensamiento de la época. Con profusión de detalles, pero sin adornos, Defoe narra cómo la isla pronto se convierte en un centro civilizado, a pesar de su escasa densidad poblacional (un par de almas, y masculinas, para colmo), mientras Crusoe mismo se transforma de un ser con dudas y temores en un nuevo hombre, dueño de su destino y admirador de la Sabiduría de Dios, quien guía su aprendizaje con pruebas y desafíos.
Finalmente, Crusoe regresa a la civilización rico, famoso y agradecido.
La novela fue inspirada por varios relatos, principalmente por el del marino escocés Alexander Selkirk, quien, por diferencias insondables con el capitán William Dampier, abandona "voluntariamente" el barco y se queda solo desde 1704 hasta 1709 en una isla del archipiélago de Juan Fernández, a casi 700 km. de las costas chilenas. Tras regresar a Londres en 1711, la aventura de Selkirk fue contada y escrita muchas veces. Defoe, aunque nunca lo menciona, incorpora estos relatos a la estructura no formal de su novela. Y es que, el viaje de Robinson es el largo camino interior que lleva a modificar el entorno y las creencias para que Dios actúe en la propia vida, y no las andanzas de un hombre abandonado por sus semejantes. Ni más ni menos.
Desde el punto de vista literario, y en ello me fascina la novela, Defoe logra hilar fino la separación entre lo rigurosamente preparado y la creación fresca y espontánea; todo, repito, con un lenguaje moderno, desnudo de excesos, adjetivaciones y otros lastres del idioma novelístico. Esta precisión narrativa subyace en la creencia de entonces, de los fundadores de la Royal Society, sobre lo superfluo que resultan el arte, la religión y la poesía, y que el lenguaje solo sirve para "comunicar el conocimiento", como dijo Locke. Aún antes, Galileo, Descartes y Hobbes habían proclamado el imperio de la razón sobre toda actividad especulativa.
En este mundo actual, en el momento en el cual escribo, las más disparatadas ideas y especulaciones caminan de la mano con sólidos cimientos científicos que, de cualquier forma, no responden, ni las unas ni los otros, a las primigenias inquietudes del ser humano. Quizás ese Robinson Crusoe que llevamos, enfrentado a la soledad que susurra, pueda encontrar, algún día, la respuesta a todas nuestras interrogantes.
Hasta ese entonces, yo visitaré esa isla de ensueño ubicada frente a las costas de mi amado país, para leer:
"¡Qué extraña y paradójica obra de la providencia es la vida humana! ¡Y por diversos y ocultos resortes sus sentimientos son impulsados según las circunstancias que se presentan! Hoy amamos lo que mañana odiaremos; hoy buscamos lo que mañana rechazaremos; hoy deseamos lo que mañana temeremos, o peor, lo que nos hará temblar de miedo."
(Como podrán ver en el mapa que muestro al inicio de este relato, contemporáneo a la realización de la novela Robinson Crusoe, aparece California como una isla independiente del continente americano, entre otors detalles memorables.)